Estrella de Belén SMB
Sociedad Misionera de Belén
CHAQUE JOUR LA PAROLE DE DIEU
Abr 29
Pardonner pour avancer : l’appel de Dieu

«Dice el necio en su corazón: “¡No hay Dios!”»

A lo largo de la Biblia, se condena con frecuencia la idolatría. El Salmo 14,1 alude claramente al ateísmo, a la ausencia del deseo natural de lo sobrenatural. Este salmo ofrece una descripción poderosa de un mundo sin Dios, un mundo en el que los creyentes deben vivir, y que representa una amenaza constante para su fe.

El necio es aquel que niega voluntariamente su dependencia de Dios y de sus mandamientos. Sus acciones ignoran totalmente la majestad de Dios. Para él, Dios no parece tener poder en un mundo corrompido, y su voluntad resulta irrelevante. El necio elige vivir como si Dios no interviniera en su vida cotidiana.

Sin embargo, el salmo 14 proclama con fuerza que llegará un día en el que esta insensatez será desenmascarada, y el pueblo de Dios celebrará su triunfo.

La historia demuestra que cada vez que la humanidad ha intentado expulsar a Dios de la sociedad —como bajo el marxismo soviético o el nazismo— las consecuencias han sido desastrosas, con millones de víctimas. Hoy también deberíamos reflexionar seriamente antes de desterrar a Dios del espacio público en nombre de una laicidad ciega.

Nuestra cultura contemporánea tiende a presentar la fe como un sentimiento subjetivo o un mecanismo psicológico. Sin embargo, la fe es ante todo un don de Dios: una relación anclada en Él, a la que el ser humano responde con un acto libre y consciente.

Por la fe, el hombre experimenta a Dios como el fundamento y el centro de su existencia. Y lo percibe más profundamente en la medida en que lo desea. Dios es verdaderamente la clave de bóveda de la vida humana. Si alguien no lo reconoce así, necesariamente llenará ese vacío con otra cosa.

Esto explica la proliferación de adicciones: al azar, al placer, al consumo desmedido… Cuantos más apegos tenemos, más duelos deberemos afrontar.

Durante mucho tiempo hemos imaginado a Dios como un Júpiter todopoderoso o como un mago. Sin embargo, Él viene como un mendigo que necesita un padre (José) y una madre (María). Nos salva pidiéndonos nuestro amor. No viene como un sheriff que impone el orden, sino como una luz que ilumina. No viene para vigilarnos, sino para velar por nosotros.

¿Cómo encontrar entonces a Dios?
No como la araña, que saca todo de sí misma para tejer su tela. Esta es la ilusión de la autonomía radical de nuestra sociedad individualista.

Algunos creen que basta con buscar dentro de uno mismo. Pero no: debemos escuchar una Palabra que viene de fuera, recibir una gracia que no podemos generar por nosotros mismos, adentrarnos en un Misterio que sólo puede ser revelado (cf. Ef 3,9).

Tampoco podemos buscar a Dios como la hormiga, que acumula todo tipo de cosas, sin discernimiento. Nuestra sociedad moderna nos vende la ilusión de la felicidad basada en la acumulación sin fin.

Debemos buscar a Dios como la abeja: recogiendo de cada flor sólo el mejor néctar, con discernimiento. Porque no todo nos lleva a Dios; algunas cosas nos alejan de Él.

Cuando vivimos bajo la ilusión de la invencibilidad, olvidamos fácilmente la existencia de una fuerza superior, mayor que la fama, el dinero o el éxito.

P. Joël Mambe