Cuatro jóvenes misioneros de los SMB pronunciaron sus primeras promesas en Zimbabue, al término de un año de noviciado marcado por la transformación interior, el llamado a la sencillez y el compromiso con los más pobres. A través de sus testimonios, comparten con nosotros la riqueza viva de la espiritualidad de Belén.
Hace un año, cinco jóvenes de Zimbabue, Kenia y la República Democrática del Congo comenzaron su año de noviciado en Dreifontein, Zimbabue, en la Casa de Formación de los Misioneros de Belén.
El 21 de abril de 2025, lunes de Pascua, durante la celebración de la misa en la capilla de los SMB en Dreifontein, cuatro de los cinco novicios pronunciaron sus primeras promesas ante el Superior General, el Padre Ludovic Nobel.
¿Cuál es el siguiente paso? De acuerdo con su itinerario de formación y el enfoque personalizado, estos jóvenes misioneros continuarán ahora su camino: estudios de filosofía o teología, prácticas misioneras en un país de misión SMB, así como una inserción progresiva en la vida comunitaria.
Para marcar esta etapa fundamental —el final de su «año introductorio»— los nuevos miembros de los SMB aceptaron compartir una mirada personal sobre este año de gracia y transformación.
Les hicimos una pregunta simple: «¿Qué han recibido de este año, y qué conservan de la espiritualidad de los SMB?» Aquí sus testimonios.
Lovemore Japi (Zimbabue)
«Quiero llevar un Cristo vivo a las personas, amando y atento a sus necesidades.»
Para Lovemore, ser misionero de Belén es ser un sacerdote cercano a los pobres y a los oprimidos, una «voz de los sin voz». Su visión de la Iglesia es un espacio vivo de evangelización y de justicia social. Desea ardientemente llevar a Cristo vivo a los demás, especialmente a través de gestos concretos de caridad.
Reconoce que este año lo ha transformado – humana, espiritual e intelectualmente. Dice que ha crecido en madurez afectiva, desarrollado mayor objetividad y aprendido a dejarse guiar por el Espíritu en lugar del orgullo o la codicia. «La espiritualidad de Belén me ayuda a mantener la mirada únicamente en Dios», resume.
Jean Luzolo (RDC)
«Este año estuvo marcado por varios cambios, una verdadera relectura de mi vida a la luz del Evangelio.»
Jean describe su año de noviciado como un tiempo de profundos cambios interiores. «Siento que soy misionero en mi interior», escribe. Retiene de la espiritualidad de Belén varias actitudes fundamentales: desprendimiento, solidaridad, sencillez, interioridad y espíritu misionero. Se siente llamado a proclamar el Evangelio a los pobres, a vivir con ellos y a ser testigo con una presencia comprometida y amorosa.
Jackson Mutua (Kenia)
«Mi Iglesia es una Iglesia sin discriminación, donde todos somos hijos de Dios, iguales en dignidad.»
Jackson aspira a ser un misionero que lleva una Iglesia inclusiva, comprometida con la justicia social y cercana a los marginados. Ha aprendido a amar una vida sencilla, a no apegarse a los bienes materiales y a vivir plenamente la fraternidad comunitaria. Para él, la sencillez no es un ideal abstracto, sino un estilo de vida que lo libera para servir.
Su testimonio también destaca la importancia de la autenticidad: ser verdadero ante Dios y ante los hermanos, aceptar las críticas, pedir perdón y vivir en verdad. «Lo que somos habla más fuerte que lo que decimos», afirma, citando un principio clave de la espiritualidad SMB.
Peter Kamau (Kenia)
«Estoy agradecido por este año de formación integral —intelectual, moral, física y espiritual. Me ha llevado a un camino de introspección y transformación.»
Para Peter, todo comienza en Belén: «Allí nació el Hijo de Dios, pobre, insignificante a los ojos del mundo, pero portador de la salvación». De este misterio extrae los pilares de la espiritualidad SMB: sencillez, obediencia, humildad y don de sí mismo. Se siente llamado a comprometerse con los marginados y a vivir de acuerdo con el Evangelio.
Afirma haber recibido una formación global, que toca tanto su inteligencia como su ser espiritual y relacional. Retiene sobre todo el llamado a la sencillez y al servicio. «Debemos ser esos mensajeros que traen de vuelta las ovejas perdidas al rebaño», dice.
Con sus palabras sencillas y profundas, estos nuevos hermanos expresan una misma experiencia: la espiritualidad de Belén no es una teoría, sino un camino de vida. Les ha ayudado a ser más humildes, más fraternos y más misioneros. Mientras se preparan para continuar su formación, nos recuerdan que el verdadero discípulo de Cristo, como Él, nace en la pobreza del pesebre y crece en la luz de una vida entregada.
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