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CHAQUE JOUR LA PAROLE DE DIEU
Jul 27
Redécouvrir la valeur évangélique du partage

Redescubrir el valor evangélico del compartir

 «Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él» (Jn 6, 1-15)

Para las lecturas del día, consulte AELF – 28 de julio de 2024.

La liturgia de este domingo nos invita a compartir, a redescubrir el sentido y el valor del compartir, un valor eminentemente cristiano.

Primero, en el Libro de los Reyes, Eliseo, en plena época de hambruna, recibe un don de veinte panes de cebada, que decide compartir inmediatamente con un centenar de hambrientos, a pesar de los intentos de disuasión de su sirviente. De la distribución que siguió, todos comieron y sobraron. Así, esta historia destaca la generosidad y la confianza del profeta, dos cualidades que abren el camino a la acción de Dios.

En cuanto a la multiplicación de los panes en el evangelio, es el único signo, el único milagro realizado por Jesús que nos es relatado por los cuatro Evangelios. Esto subraya la importancia que los primeros cristianos le atribuían.

Hoy, la versión de Juan centra el relato en la persona de Jesús y lo presenta compartiendo simplemente, sin contar, y distribuyendo él mismo la comida a la multitud. Con solo cinco panes de cebada y dos peces, ofrecidos para compartir por un joven, Jesús alimenta y satisface a una multitud de cinco mil personas.

Así, tanto en la lectura como en el evangelio, el resultado es el mismo.

Cuando se comparte la poca comida disponible, hay abundantemente para todos.

Como cristianos, no podemos acostumbrarnos, resignarnos al hambre, la miseria y la injusticia. De igual manera, la sola compasión, por muy sincera que sea, no es suficiente. Jesús no se contentó con estar lleno de compasión por los pobres y la multitud hambrienta; no se conformó con palabras bonitas, sino que les dio comida real, concreta y material.

En nuestros países, hay grandes pobrezas de orden psicológico y espiritual.

Compartir un poco de nuestro tiempo con una persona en apuros o aislada, tomarse la molestia de escuchar a alguien que se siente rechazado o incomprendido, ofrecer una oración o un pensamiento por una persona que atraviesa un período difícil o vacío, estos son medios muy simples, al alcance de todos, para abrirse a la dimensión del compartir.

Durante la semana que viene, dejemos resonar en nuestro corazón la voz de Cristo que nos llama a compartir. En la generosidad y la confianza, atrevámonos a compartir, atrevámonos a ofrecer algo de nosotros. Sin duda, también experimentaremos, como en el evangelio, que al compartir, nos volvemos ricos, ricos en alegría, amor, paz y convivencia, una riqueza que nos llena en plenitud.

Amén.

2 Re 4, 42-44 / Ef 4, 1-6 / Jn 6, 1-15