En el evangelio de hoy, Jesús nos invita a repensar nuestra relación con los bienes materiales. Nos llama a liberar nuestros corazones de todo lo que obstaculiza nuestro camino hacia el Reino, para tomar una decisión radical: seguir a Dios con total libertad.
El llamado de Jesús a renunciar para seguirlo mejor
En este pasaje del Evangelio, Jesús, mirando con amor a un hombre rico, le hace una invitación radical: «Solo una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme». (Marcos 10, 21)
Este llamado a desprenderse de los bienes materiales para seguir a Cristo ha conmovido a muchas personas a lo largo de la historia. Entre ellas se encuentra un joven egipcio llamado San Antonio, en el siglo III. Al escuchar estas palabras, vendió todo lo que poseía y llevó una vida de ascetismo en el desierto, dando origen al monaquismo cristiano.
El ejemplo de San Antonio plantea una pregunta importante para todos nosotros hoy: ¿Podemos realmente aspirar a la salvación si conservamos nuestras riquezas y posesiones?
Jesús continúa con una frase que a menudo se percibe como dura y radical: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». (Marcos 10, 25)
¿Es esta una condena absoluta para las personas que poseen bienes? ¿Debemos abandonarlo todo para entrar en el Reino de Dios?
Es fundamental colocar este pasaje en su contexto histórico y cultural para comprender mejor la enseñanza de Jesús.
El ojo de la aguja: una imagen para repensar nuestras prioridades
En tiempos de Jesús, el «ojo de una aguja» se refería a una pequeña puerta de la ciudad de Jerusalén, tan estrecha que una persona apenas podía pasar por ella, y solo sin equipaje.
Las grandes puertas de la ciudad se cerraban por la noche por razones de seguridad, dejando solo esta pequeña puerta accesible en caso de necesidad. Un comerciante rico que llegaba tarde con su caravana tenía que tomar una decisión difícil: «¿Debería quedarme afuera con mis riquezas, arriesgándome a ser atacado, o debería entrar solo, dejando mis posesiones atrás?»
Esta imagen aclara la enseñanza de Jesús.
Jesús no condena la riqueza en sí misma, sino el apego excesivo a los bienes materiales. El verdadero peligro radica en valorar las posesiones por encima de la vida espiritual y la relación con Dios.
Renunciar a lo innecesario para elegir lo esencial
La orden de Jesús nos invita a reevaluar nuestras prioridades.
Es una invitación a hacer una elección radical para preservar nuestra vida espiritual, dejando de lado lo que no es esencial.
Esta enseñanza es una llamada a la libertad: la libertad de desprenderse de los bienes materiales para seguir a Dios con más plenitud.
Jesús no condena la riqueza, pero sí el apego desordenado a ella. Si colocamos nuestras posesiones materiales por encima de nuestra relación con Dios, ponemos en peligro nuestra alma.
Seguir a Cristo significa aprender a liberar el corazón de todo lo que nos impide avanzar hacia el Reino.
Jesús promete a quien elige desprenderse de sus posesiones un tesoro en el cielo. Este tesoro no es material, sino espiritual: es la paz interior, la libertad de seguir a Cristo y el amor fraternal hacia los demás.
Al aceptar renunciar a lo innecesario, ganamos la mayor riqueza: una vida en comunión con Dios.
Referencias bíblicas:
Sabiduría 7, 7-11 / Hebreos 4, 12-13 / Marcos 10, 17-30
Evangelio de Jesucristo según san Marcos
En aquel tiempo,
cuando Jesús se ponía en camino,
un hombre se le acercó corriendo,
se arrodilló ante él y le preguntó:
“Maestro bueno, ¿qué debo hacer
para heredar la vida eterna?”
Jesús le contestó:
“¿Por qué me llamas bueno?
Nadie es bueno sino solo Dios.
Tú conoces los mandamientos:
No matarás,
no cometerás adulterio,
no robarás,
no levantarás falso testimonio,
no defraudarás,
honra a tu padre y a tu madre.”
Él le respondió:
“Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.”
Jesús lo miró con amor y le dijo:
“Una sola cosa te falta:
ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres
y tendrás un tesoro en el cielo; después, ven y sígueme.”
Al oír estas palabras, el hombre se entristeció
y se fue apenado, porque era muy rico.
Jesús miró entonces alrededor y dijo a sus discípulos:
“¡Qué difícil les va a ser a los ricos
entrar en el Reino de Dios!”
Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras;
pero Jesús insistió:
“Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja
que el que un rico entre en el Reino de Dios.”
Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí:
“Entonces, ¿quién puede salvarse?”
Jesús, mirándolos fijamente, les dijo:
“Es imposible para los hombres,
no para Dios.
Dios lo puede todo.”
Para las lecturas del día, consulte Vatican News – 13 de octubre de 2024.
Comments are closed.