Estrella de Belén SMB
Sociedad Misionera de Belén
CHAQUE JOUR LA PAROLE DE DIEU
Jul 13
Vivre l’intensité de l’amour divin et témoigner la miséricorde au prochain

Vivir la intensidad del amor divino y testimoniar la misericordia al prójimo

Hoy Dios nos invita a descubrir la riqueza insospechada del amor: un amor total, entregado con cada fibra de nuestro ser, y un amor sin fronteras, lanzado como una red de misericordia sobre toda persona en angustia.

«Esta ley… está muy cerca de ti»

«Porque este mandamiento que hoy te ordeno no es difícil de comprender ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo para que digas: “¿Quién subirá por nosotros al cielo y nos lo traerá para que lo obedezcamos?” Ni está al otro lado del mar para que digas: “¿Quién cruzará por nosotros el mar y nos lo traerá para que lo obedezcamos?” Sino que la Palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la pongas en práctica.»
(Dt 30, 11-14)

En el corazón del desierto, Moisés recuerda al pueblo que la Ley —cumbre de la alianza— no es una carga ajena, sino la misma respiración del creyente. Se arraiga en un corazón despierto, como el Niño de Belén que, desde el pesebre, nos hace palpar la sencillez filial: vivir el amor de Dios no supera nuestras fuerzas, sino que se despliega en nuestra carne y en nuestro aliento.

La exigencia de un amor total

Dios no escatima al hablar de “amar”:

«Si vuelves al SEÑOR tu Dios y obedeces su voz con todo tu corazón y con toda tu alma…»
(Dt 30, 10)

Y en el Evangelio, Jesús repite a un experto de la Ley:

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus… fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.»
(Lc 10, 27)

Estas cuatro dimensiones —corazón, alma, fuerzas, mente— dibujan la postura del discípulo-niño: tierno, profundo, fuerte, lúcido. Nos remiten a la «wunderbare Einfachheit und Schlichtheit» del Niño de Belén: una sencillez que renuncia a la vanidad, un anhelo de verdad que se despoja de engaños, una humildad que se expone sin miedo.

Amar a Dios y amar al prójimo

El amor a Dios y al prójimo no se oponen, sino que se iluminan mutuamente. La existencia misma de estos dos mandamientos “está muy cerca de ti” —como el sendero grabado en la roca, así la Palabra se imprime en el corazón del discípulo.

Cuando el experto pregunta “¿Quién es mi prójimo?” (Lc 10, 29), Jesús responde con la parábola del Buen Samaritano:

Un hombre gravemente herido recibe auxilio, cobijo y cuidado no de los que se esperaban, sino de un extranjero lleno de compasión, que se acerca sin cálculos.
(Cf. Lc 10, 30-35)

El prójimo es todo ser humano en necesidad, pues nuestra filiación divina nos hace reconocer en cada uno a un hermano o hermana que hay que socorrer. Así, el amor de Dios —del cual somos sus hijos predilectos— se derrama en una fuente de misericordia para todos.

El Hijo, imagen del amor divino

Como recuerda san Pablo a los colosenses:

«Él es imagen del Dios invisible; es el primogénito de toda la creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas… Él es cabeza del cuerpo, que es la Iglesia.»
(Col 1, 15-18)

En él, la omnipotencia paterna se hace cercanía: la “fuerza” del amor divino no coacciona, sino que crea y libera. En la espiritualidad del Niño de Belén aprendemos que el amor más grande se oculta bajo las apariencias más sencillas y que, en cada servicio humilde, ocupamos el lugar de Cristo, restaurador de vida y esperanza.

Oración del día

Señor Jesús,
tú que hiciste de la cueva un altar de sencillez,
enséñanos la tierna radicalidad de tu amor:
ayúdanos a amar con todo nuestro corazón,
a servir sin cálculo y a acoger a cada hermano.
Que tu Espíritu —aliento del Niño de Belén—
nos conduzca hacia ese amor que sana y une.
Amén.


Evangelio de Jesucristo según san Lucas

En aquel tiempo,
un doctor de la Ley se puso de pie
y quiso poner a prueba a Jesús, diciendo:
—Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
Jesús le respondió:
—¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lo lees tú?
Él contestó:
—«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con todas tus fuerzas
y con toda tu inteligencia,
y a tu prójimo como a ti mismo.»
Jesús le dijo:
—Has respondido correctamente; haz esto y vivirás.
Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
—¿Y quién es mi prójimo?
Jesús retomó la palabra:
—Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó,
y cayó en manos de unos bandidos,
que lo despojaron, lo golpearon y se fueron,
dejándolo medio muerto.
Al pasar un sacerdote por aquel camino,
lo vio y pasó de largo.
De igual manera, un levita llegó a aquel sitio,
lo vio y pasó de largo.
Pero un samaritano, que iba de viaje,
llegó donde estaba aquel hombre,
y al verlo, se compadeció.
Se acercó, curó sus heridas
echándoles aceite y vino;
luego lo montó en su propia cabalgadura,
lo llevó a un mesón y cuidó de él.
Al día siguiente, sacó dos denarios
y se los dio al mesonero, diciéndole:
—Cuida de él; y todo lo que gastes de más,
yo te lo pagaré cuando vuelva.
“¿Cuál de estos tres te parece que fue prójimo
del que cayó en manos de los bandidos?”
Contestó el doctor de la Ley:
—El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo:
—Anda, y haz tú lo mismo.

Para leer las lecturas del día, consulte Vatican News.

Para meditar

  • ¿Cómo puedo practicar cada día la escucha “con los oídos del corazón” para amar a Dios con todo mi ser?
  • ¿Quién es el “Samaritano” que cruzo sin verlo? ¿Cómo puedo tenderle la mano?
  • ¿De qué manera mi servicio fraterno refleja la wunderbare Einfachheit del Niño de Belén?